Es a finales del invierno que pasa días desolados, de desaliento, tristeza y temor.
Es en este tiempo cuando se pregunta si sus superiores lo juzgarán digno de ser promovido al sacerdocio.
Repasa uno a uno los años de su vida religiosa, sobre todo los pasados en Nicaragua y acaba de persuadirse que verosímilmente su ordenación será diferida.
Exteriormente está alegre, pero por dentro, la angustia le consume. No pudiendo más, escribe a su antiguo P. espiritual en Nicaragua, el P. Portas. Esa carta está fechada en marzo de 1925.
Es justamente en esos momentos cuando el P. Crivelli escribía al Hno. Pro, comunicándole la noticia de la concesión de las Sagrada Ordenes. Se le saltaron las lágrimas y corrió al Sagrario. Larguísimo fue el rato de conversación con el sacerdote Eterno ahí presente.
Escribe el Hno. Pro al P. Portas: “Alégrese conmigo y ayúdeme con sus santos sacrificios y oraciones a dar gracias a Dios por este nuevo favor y alcanzar de Él que me prepare mejor para recibir tan gran Sacramento”