Rumbo a los Altares

Movimiento Cristero

Inicio del conflicto

Durante los primeros años del siglo XX, la religión en México pasaba por momentos difíciles. Además, la Revolución Mexicana iniciada en 1910 no facilitó ni la propagación ni la celebración misma del culto. Cuando los gobiernos surgidos de la revolución tomaron el poder, se efectuó una persecución religiosa conocida como la Guerra Cristera. 

La original Constitución mexicana de 1917 establecía una política que, lejos de separar al Estado de la Iglesia, negaba la personalidad jurídica a las iglesias, subordinaba a éstas a fuertes controles por parte del Estado, prohibía la participación del clero en política, privaba a las iglesias de su derecho a poseer bienes raíces, desconocía derechos básicos de los así llamados “ministros del culto” e impedía el culto público fuera de los templos.

Ley Calles ó la 130

Basándose  en la constitución de 1917, Plutarco Elías Calles prohíbe la celebración del culto católico por parte de extranjeros en el país. 

Pero además, el “31 de Julio de 1926 se promulga la “Ley Calles”, consistente en unas reformas al Código Penal; la cual prohibía los actos de culto, suministro de sacramentos, catequesis, supresión de monasterios y conventos, suprime la libertad de prensa religiosa y la expropiación de los templos entre otros, las penas iban desde una multa, cárcel hasta un “castigo más grave” que era la muerte por fusilamiento.” 

La aplicación de la ley dio origen a múltiples abusos ya que, por ejemplo no se permitía la existencia de escuelas anexas a los templos. Este hecho daba el pretexto al ejército para cerrar no sólo la escuela sino también el templo y arrestar a los sacerdotes. De esta forma, muchos de ellos se vieron obligados a ejercer el culto clandestinamente. 

La entrada en vigor de la «Ley Calles» obligó a los obispos mexicanos a suspender el culto público en toda la República

La Iglesia Católica Apostólica Mexicana y el “Papa mexicano”

La mañana del 18 de febrero de 1925 circuló en las calles de la capital del país un extraño manifiesto firmado por los sacerdotes católicos José Joaquín Pérez Budar, Ángel Jiménez y Manuel Luis Monge, en el que se afirmaba que, después de varias discusiones, un grupo importante de sacerdotes católicos había resuelto romper con el Vaticano, desconocer al Papa y al episcopado mexicano. Después de esto, su plan era fundar la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, distinta de la Iglesia Católica Apostólica Romana.

Aparentemente apoyado por el gobierno de Calles y Luis N. Morones, el hombre fuerte de la CROM  se creó la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, dotándola de edificios, recursos y medios.

Al frente de ella y como “Papa mexicano” se encontraba José Joaquín López Budar quien se apoderó del templo de La Soledad. Lo original del movimiento, entre otras cosas, fue que desconoció al Papa, atacó a los miembros del clero que se habían apoderado de las mejores iglesias, defendió el uso del español en las ceremonias religiosas, se opuso al celibato, al cobro de tarifas elevadas por la impartición de los sacramentos y se mostró nacionalista y respetuoso de las leyes y de la Constitución Política de 1917.

Confrontada con esta situación, la Iglesia intentó reunir dos millones de firmas para proponer una reforma constitucional. La petición de los católicos mexicanos fue rechazada. Los católicos llamaron y realizaron un boicot para no pagar impuestos, minimizar el consumo de productos comercializados por el gobierno, no comprar billetes de la Lotería Nacional, ni utilizar vehículos a fin de no comprar gasolina. Esto causó severos daños a la economía nacional, al tiempo que sirvió para que las posiciones de distintos grupos dentro de la propia Iglesia católica en México se radicalizaran.

Los Cristeros

La radicalización hizo que en zonas de los estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Colima, Michoacán y parte de Zacatecas, en la Ciudad de México, y en la península de Yucatán creciera un movimiento social que reivindicaba los derechos de libertad de culto en México. 

La dirigencia del movimiento, cercana pero autónoma respecto de los obispos mexicanos, creyó viable una salida militar al conflicto. En enero de 1927, las áreas rurales, se levantaron en armas contra estas medidas de represión del gobierno. Se trataba de grupos formados básicamente por peones y aparceros rurales. El apoyo a los grupos armados fue creciendo, cada vez se unían más personas a las proclamas de ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! lanzadas por quienes fueron conocidos como los cristeros.

Paralelamente el gobierno aprovechó esta coyuntura para provocar una auténtica masacre de sacerdotes y católicos laicos. La Cristiada se extendió por los Altos de Jalisco y diversos estados de la República. La respuesta popular no se hizo esperar y además de brindar la protección posible a los perseguidos, surgieron numerosos corridos movidos por la guerra.

Después de numerosas persecuciones y de la ejecución de muchísimas víctimas, el gobierno y el clero llegaron a un acuerdo en junio de 1929 pero la ley siguió aplicándose tardíamente en entidades alejadas de la república, generando nuevos mártires.

El P. Pro y los Cristeros

No cabe duda que el México que en julio de 1926 encontrara el P. Pro fue esencialmente distinto del porfiriano en que anteriormente había vivido. Por esto, para apreciar debidamente el heroísmo de su apostolado, es que es importante saber un tanto de lo que ocurría en nuestro México. 

Es cierto que el Padre Pro no participó en nada con el movimiento cristero y pensaba que con los medios pacíficos que se iban poniendo bastaría.

Así, escribía el 31 de octubre de 1926:

“Si todo México es católico. Si la morenita del Tepeyac es verdaderamente la Reina de todos los mexicanos. Si la terrible prueba por la que pasamos, no solamente hace crecer el número de los resueltos católicos, sino que ha dado ya mártires, pues no de otra manera se ve a los 20 jóvenes valientes de la ACJM que fueron asesinados vilmente y  a muchísimos otros, cuyos nombres ignoramos porque la prensa está amordazada. ¡Y  el triunfo no tardará! ¡El grandioso poder  de nuestros enemigos que cuentan con dinero, armas y mentiras, va muy pronto a caer, como la estatua que vio Daniel derrumbarse con la piedrecita que cayó del Cielo!¡El Goliat mexicano muy pronto perderá la cabeza con el cayado que mueve el inmenso pueblo mexicano!¡ Y entonces sí, sólo Cristo reinará, s+olo Cristo vencerá, sólo El imperará”!

A pesar de todo, su buen sentido común le decía que se iba acercando un momento decisivo. Ya anteriormente, el 12 de octubre de 1926 había escrito:

 “De todas partes se reciben noticias de atropellos y represalias y las víctimas son muchas y los mártires aumentan cada día. Además ¿escribiré otra carta?. La revolución es un hecho, las represalias, sobre todo en México, serán terribles; los primeros serán los que han metido las manos en la cuestión religiosa, y yo he metido hasta el codo. ¡Ojalá me tocara la suerte de ser de los primeros… o de los últimos, pero ser del número!

Al decir que ha metido la mano hasta el codo en la cuestión religiosa, se entiende, como consta por sus cartas, en ejercer su sacerdocio y ofrecer sacramentos en la clandestinidad.

También sabemos que a partir de julio de 1927, cuando recibió la carta del P. Provincial, Luis Vega, con la orden expresa a los de la Provincia, de no tomar parte de ningún modo en la cuestión armada, el P. Pro no solo no tomó parte, sino que incluso le molestaba, por su espíritu de obediencia, que los jóvenes que él dirigía, lo hicieran.

Martirio del Padre Pro

23 de septiembre de 1927
El P. Pro y la Madre Conchita se ofrecen como víctimas

En la revista ¡Extra! Contenido de noviembre de 1979, la misma Madre Conchita narra lo siguiente:

A mediados del mes de septiembre de 1927, una tarde, por asuntos de la comunidad, fui a la casa de la señora Concepción Sierra de Lanz Duret… Esa tarde y sin buscar ocasión, me encontré con el padre Miguel Agustín Pro Juárez, quien estaba dando una “tanda” de ejercicios espirituales a las señoritas de la colonia Roma.

Al entrar saludé a la señora Lanz Duret, que me dijo:

-¡Qué  bueno que viniste! Tu “cuate” te quiere hablar…

Me condujo al “hall”, que con el comedor servia de improvisada capilla donde con un sillón, un biombo y un reclinatorio, estaba el confesionario.

Me arrodillé en espera de que el padre Pro me dirigiera la palabra:

-Ave María Purísima

-Sin pecado concebida

-Diga sus pecados

-No me vengo a confesar…

-Entonces que pase la que sigue

-Me dijeron que ud quería hablarme y por eso vine

-¿Quién es usted?

-Concepción Acevedo

-No conozco a ninguna Concepción Acevedo

-¿Y a la madre Conchita?

-¡Por ahí debía haber empezado! ¡Mire, hija, usted y yo nos vamos a ofrecer como víctimas a la Justicia Divina, por la salvación de la fe de México, por la paz de la Iglesia y por la conversión de los perseguidores de ella!

-¡No, yo no me ofrezco!

-¡No sea cobarde! ¡Que poco ama usted a Dios! ¡Usted nunca será santa! ¡Los santos son generosos, y a usted, por lo visto, no le impresiona que muera tanta gente sin auxilios espirituales!

Y de ese modo siguió argumentándome, empleando todas las retóricas posibles a fin de persuadirme.

Me persuadió y le dije:

-¡Está bien! ¡Pero una cosa así no puedo ofrecerla, sin el permiso de mi director espiritual! ¡Voy a consultarlo y haré lo que él me diga!

Llegó el ansiado 23 de septiembre, dos meses antes del sacrificio del padre Pro. 

En nuestra casa se respiraba el perfume de las flores y se sentía la paz del recogimiento y la oración. Terminó la misa nuestro capellán y a continuación celebró la suya el padre Pro, quien desde el principio comenzó a derramar abundantes lágrimas. Nosotras  cantamos el Avemaría y otros motetes. 

A la hora  del Evangelio, el padre Pro dijo unas breves palabras alusivas al solemne ofrecimiento que en su misa hacía a Dios. Y los grandiosos momentos de la Consagración y la Elevación se prolongaron durante un largo cuarto de hora, sacando de vez en cuando su pañuelo para enjugarse los ojos. Comulgamos y terminó la Santa Misa.

Después que dio gracias, el padre Pro me mandó llamar con la madre Cecilia para decirme estas frases que jamás podré olvidar:

-No sé si será porque el oratorio está muy recogido, o porque cantaron  muy bonito o… no sé porqué; pero en el momento que terminé de consumir oí claramente como si alguien me hubiera dicho: ¡Está aceptado el sacrificio!

Transcurrió octubre. Llegó noviembre y con él, el principio de una de las injusticias más grandes que han enlutado al mundo católico.

13 de noviembre de 1927

Atentado contra Álvaro Obregón

En su escrito “Sobre el jesuita mexicano Miguel Agustín Pro”, Jorge López Moctezuma SJ narra lo ocurrido el dia del atentado:

A fines de 1927 un grupo de católicos activistas decide matar al general Álvaro Obregón. a quien consideraban mentor y cerebro del presidente Calles.

Los conjurados: Luis Segura Vilchis, José González, Juan Tirado Arias y Nahum Ruiz, adquirieron varios revólveres y fabricaron bombas caseras para realizar el atentado. Para la ejecución de sus planes necesitaban un automóvil veloz y potente, Segura Vilchis, jefe del grupo, compró a Humberto Pro, hermano del Padre Miguel Agustín, un automóvil marca Essex que se ajustaba a sus necesidades.

El general Obregón tenía costumbre cuando residía en   la   ciudad   de   México,   de   asistir   a   la   corrida de toros que se celebraba los domingos por la tarde. Antes de llegar a la plaza de toros El Toreo, situada sobre la avenida Oaxaca en el predio donde ahora se encuentra el Palacio de Hierro, el general Obregón, acompañado de algunos amigos, solía dar un paseo en automóvil abierto por las calzadas del Bosque de Chapultepec. 

En una de ellas lo esperó el domingo 13 de noviembre de 1927, el Essex de Segura Vilchis. Cuando los automóviles se encontraron los conjurados dispararon los revólveres y arrojaron las bombas contra el automóvil de Obregón con tan mala suerte y tan mala puntería que no hirieron a nadie. Enseguida huyeron a toda velocidad, perseguidos por un segundo automóvil en el que viajaban los guardaespaldas de Obregón.

El Essex, conducido por José González, logro salir del bosque de Chapultepec y se encamino por el paseo de la Reforma con rumbo al centro de la ciudad. Los guardaespaldas hicieron varios disparos e hirieron levemente a Juan Tirado y gravemente a Nahum Ruiz. En la esquina de Liverpool e Insurgentes el Essex chocó, Segura y González huyeron, Tirado quiso hacer lo mismo, pero fue detenido porque al correr iba dejando un reguero de sangre. Ruiz fue llevado al hospital Juárez, donde quedó en calidad de detenido.

Segura, dando muestras de una sangre fría a toda prueba, se dirigió a la plaza de toros, se presentó ante el general que acababa de llegar y a quien conocía personalmente, y lo felicitó por haber salido ileso de un atentado cuyos rumores estaban ya en boca de todos.

Las pistas que tenía la policía para capturar a los autores del atentado,   provenían de dos fuentes: los papeles encontrados en el Essex y las declaraciones, bastante incoherentes, de Nahum Ruiz, gravemente herido, quien falleció algunos días después. 

El otro testigo potencial, Tirado Arias, nunca confesó nada, a pesar de haber sido torturado. De acuerdo con las pistas consideradas, la policía averiguó que Humberto Pro había sido propietario del Essex; además encontró licencias de manejar con las fotografías de Humberto y Roberto Pro, pero con nombres falsos. Creyendo a los tres hermanos Pro cómplices en el atentado, la policía los capturó el 17 de noviembre.

Segura Vilchis, comprometido, según parece, por las declaraciones de Ruiz, fue también capturado, pero se le puso en libertad cuando demostró que había estado con el general Obregón en la plaza de toros. Cuando Segura se enteró que también los hermanos Pro habían sido capturados, se presentó en la Inspección General de Policía y se entregó como único responsable del atentado; esperaba con esto que los hermanos Pro serían liberados, pero no ocurrió así.

Con las declaraciones de los reos, de los testigos y ¡hasta del mismo general Obregón!, se redactó una voluminosa acta de más de 40 páginas en la Inspección General de Policía. Es necesario señalar que las declaraciones no se hicieron ante ningún agente del ministerio público, sino ante el inspector general de la policía del D.F., general Roberto Cruz y su secretario, licenciado Benito Guerra Leal. 

El acta se concluyó el 20 de noviembre. Todos firmaron sus declaraciones (curiosamente, en el acta no aparecen declaraciones de Roberto Pro). En sus declaraciones, Humberto y Miguel Agustín Pro afirmaron claramente su inocencia y pidieron ser procesados debidamente conforme a la ley. 

Por otra parte y con datos extraidos del libro “Miguel Agustín Pro” escrito por Rafael Ramírez Torres SJ y de “Vida Intima” de Antonio Dragón SJ es que se han podido conocer las actividades de la familia Pro:

El Padre Pro fue a celebrar misa en la casa de la Sra Guadalupe Belaunzarán de García. A las 10am  se entregó a oir confesiones en la casa de la Sra Montes de Oca.

A la 1pm regresó a su casa en la calle Pánuco donde vivía con su  papá Don Miguel Pro, y sus hermanos: Humberto, Roberto y Ana María. 

Humberto y Roberto estaban en Azcapotzaltongo por una conferencia de asuntos religiosos. Al regreso de estos, comieron en familia.  A eso de las 3pm Humberto y Roberto salieron a comprar unas paletas heladas. 

En tanto, y después de las 3pm el General Alvaro Obregón era víctima de un atentado, mientras circulaba por el Bosque de Chapultepec, rumbo a una corrida de toros. Sale ileso. 

Los responsables de tal acto:  

El Ing. Luis Segura Vilchis, Juan Tirado y Nahúm Lamberto Ruiz.

Por su parte, el P. Pro recibe una llamada que le recuerda tiene compromiso de ir a bendecir la casa de la Fam. García por lo que parte en seguida. 

A las 5 pm la Srita María B. va a la casa de los Pro y avisa a Humberto que se le espera con urgencia en la calle Marsella para su trabajo ordinario de propagandista. Ahí se entera del atentado sin más novedad. 

Roberto alcanza al Padre Pro en la casa de la Fam. García y de ahí van a casa de la Sra Montes de Oca. Después van a casa de la Fam Valezzi. Son informados del atentado contra Obregón. 

A las 6pm Ana María, envía a la sirvienta a comprar combustible para la cocina. A su regreso ella le cuenta  que en la carbonería comentaban sobre el Atentado. 

Humberto, de regreso de su trabajo en la calle de Marsella, compra “El Universal Gráfico” y al leerlo cae en cuenta que el Automovil Essex n. 10101 utilizado en el atentado, es el mismo  que había vendido, el 8 de noviembre al  Ing. Luis Segura Vilchis, por medio de un tercero y sin saber el uso que le darían.

El Padre Pro sale de la casa de la Fam. Valezzi rumbo a su casa en la calle Pánuco. Apenas sale y llega la policía al domicilio de los Valezzi buscando a cierto señor. Al no encontrarlo se llevan a la Sra Valezzi.

Miguel llega a su casa alrededor de las 9pm y sale con sus hermanos a dar la vuelta y escuchar comentarios.

18 de noviembre de 1927

El P. Pro es arrestado

Los hermanos Pro habían encontrado refugio en casa de la Sra. Valdéz, pues sabían que serían inculpados del atentado contra el Álvaro Obregón y que varios detectives estaban detrás de ellos.

Así, es que a las 3am se despertó la Sra. Valdéz y sus sirvientes, por ruidos en el techo y el ladrido de un perro. Al asomarse por la ventana vio alrededor de 20 soldados armados. 

Entraron a la casa y rompiendo la puerta de donde dormían los Pro dijeron: ¡Nadie se mueva! 

Entonces el Padre Pro juntó a sus hermanos diciéndoles “Arrepiéntanse de sus pecados, como si estuvieran en la presencia de Dios”  Y con voz entera pronunció la absolución sacramental. 

Después les dijo en voz baja: “Desde ahora vamos ofreciendo  nuestra vidas por la religión en México y hagámoslo los 3 juntos para que Dios acepte nuestro sacrificio” 

A punto de partir  el agente Álvaro Basáil dice a la Sra Valdés: “¿Sabía ud que escondía en su casa a los dinamiteros?” Y ella respondió: “Lo que sé, es que ocultaba a un santo” 

-“Esta señora es inocente, déjela ud tranquila y haga de nosotros lo que quiera”, dijo el Padre Pro, después le dijo a la Sra: “Me van a matar”. Le regalo a ud mis ornamentos    sacerdotales.” 

Basáil dijo: “Nada de eso. No tiene nada que temer uds en la inspección”. El Padre se acercó al armario, tomó un crucifijo, lo besó  y lo guardó en su saco. 

Al salir Basáil sugirió al Padre Pro llevar un abrigo, y él solo dijo que lo había regalado a un pobre. La Sra Valdés se apresuró a darle un sarape, el cual el Padre Pro daría a Juan Tirado, pues después de la golpiza, temblaba de frío. 

Dada la señal de salida, el P. Pro bendice la Sra. y a sus criadas, y sale diciendo: “¡Viva Dios! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”

El P. Pro y sus hermanos, custodiados, hacen una escala en casa de la Sra. Montes de Oca, donde se encuentra su hermana, con el niño que no pudo colocar en adopción y es donde se entera que la Sra. Montes de Oca está en prisión. 

El agente Basáil hacia estas “condescendencias” para ver si hacia un hallazgo interesante.             Aprovechando el momento, el P. Pro toma el teléfono y  llama a la Familia García Belaunzarán. 

Al contestarle una srita, le pide llegue a casa de la Fam. Montes de Oca a ver a su hermana, pues él y sus hermanos debían salir. Ella le pide que la esperen, y el Padre Pro solo dice: “No hija, hasta el cielo” y colgó.

En auto custodiado fueron llevados a la Inspección y les tomaron las 1ras declaraciones de rigor. Eran alrededor de las 5 am. Basáil, les muestra el auto Essex a lo que Humberto dice: “Nosotros no tenemos nada que ver en ese asunto” 

Son encerrados en el sótano. Encierran a Roberto con el P. Pro y a Humberto con la Sra. Montes de Oca. Los sótanos eran fríos, mal ventilados, nunca entraba el sol. 

El P Pro gastaba el día en orar, cantar y rezar el rosario con Roberto. Después se les unieron los demás presos. Hacían ejercicios gimnásticos para aminorar el frio y repartía sus alimentos con los presos que no tenían. 

Durante los 4 días de cautiverio no perdió la confianza en Dios. En las paredes escribía: ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!

Apenas Calles y Obregón se enteraron que estaba preso el P. Pro, ordenaron que fuera pasado por las armas el 19 de noviembre a la 6 de la mañana. Así lo dijo el Mayor Torres “Mañana tendremos Carnitas” 

Calles solo piensa en herir el sentimiento católico y opta porque se levante un acta policiaca de información, como base para una acción criminal ante los tribunales.

21 de noviembre de 1927

Calles ordena la ejecución

Basáil, agente de la policía,  continua buscando pruebas para inculpar a los Pro, y piensa que en la calle de Pánuco podría encontrar algún dato, como  huellas del auto Essex.  

Avisa a Ana María Pro, que sus hermanos desean verla y también a su Padre, Dn Miguel Pro. Después de consultarlo con un sacerdote y un abogado, acuerda ir sola a la cita.

A las 3am se presentan Basáil y Quintana, en la casa de Pánuco, con los 3 hermanos Pro.  La visita dura como hora y media.  Mientras los detectives caen en cuenta de que no hay marcas del auto Essex, solo de  un Studebaker. 

El P. Pro está de muy buen humor y hasta bromea con los policías. Incluso Ana María pregunta el monto de la libertad de sus hermanos. A lo que calcularon $4,000 por el Padre, $2,000 por Humberto y $1,000 por Roberto.

 

Su inocencia era tan evidente que todos estaban de buen humor. Hasta parecía que Calles y Obregón se habían olvidado de ellos.

Sin embargo Cruz recibe de Calles y Obregón la orden de fusilar a los 4 detenidos, como si todos fueran cómplices y conjurados en el atentado contra Obregón. 

¿Qué fue lo que repentinamente los enfureció?  

Más allá de su odio a la Iglesia, se piensa, según el análisis de los hechos, que en el cable enviado por el Arzobispo de México, Sr Díaz Barreto anunciaba que el Papa Pio XI rechazaba las proposiciones que le hacían Calles y Obregón respecto a la situación religiosa en México, pues se notaba claramente  el dolo en esos arreglos.

Calles y Obregón vuelven a hablar entre si, afirmando que es necesario dar una lección a esa “gentuza”. 

Cruz está presente y hace notar que conviene siquiera dar a la sentencia alguna apariencia legal. 

Calles molesto le grita: “No quiero formas, sino el hecho: ¡Mátalos!”

23 de noviembre de 1927

El P. Pro es fusilado

Despertó el P. Pro con mucho dolor de cabeza, por lo que se tomó una aspirina y dijo a Roberto “No sé porque presiento que algo nos va a pasar hoy. Pero no te apures, pidamos a Dios su gracias y Él nos la dará”. 

A las 10am se presentó en el sótano Mazcorro, jefes de las Comisiones de seguridad y dijo en voz alta: “Miguel Agustin Pro”  El Padre estaba sin saco y  por orden de Mazcorro se lo puso. Después sin decir nada, apretó la mano de Roberto y partió. Salió de los sótanos con las manos entrelazadas por delante y miró tranquilamente a los espectadores: así aparece en la fotografía.

Mientras caminaba hacia el paredón, se le acercó el agente Quintana y le pidió perdón. El padre le contesto: “No solo te perdono, sino que te doy las gracias”.

El mayor de la gendarmería Montada, Manuel V. Torres, le llamó por su nombre, a la respuesta afirmativa, lo acompaño hasta colocarlo entre 2 siluetas de hierro que servían de tiro al blanco.

Le preguntó su última voluntad. El Padre pidió serenamente: “Que me dejen rezar”

El comandante de la ejecución lo dejó solo, retirándose unos pasos. El padre se arrodilló y sacó  el pequeño crucifijo de la bolsa del saco, movió los labios, y así permaneció unos segundos. Se levantó y colocándose nuevamente en el sitio que le habían señalado, esperó ordenes.

Cuando el comandante de la policía, ordenó a la Policía Montada: “¡Posición de tiradores!” el Padre Pro, abrió los brazos en cruz, y cerró los ojos y permaneció así hasta el momento en que cayó al suelo moribundo.

Escuchó las demás órdenes previas a la de ¡Fuego! sin cambiar de postura, sin que su rostro reflejara la menor emoción y solo se puso observar el incesante movimiento de sus labios, musitando su plegaria.

Eran las 10.30am cuando el P. Pro cayó suavemente sobre su costado derecho.

El Dr. Horacio Cazale del Servicio Médico de la Policía se acercó a dar fe de su muerte, pero indicó que aún vivía. El sargento de la escolta le dio el tiro de gracia con la carabina.

 

Después el Ing. Luis Segura llegó al jardín y vio aquella escena. Al llegar ante el cadáver del Padre Pro se detuvo un momento, se inclinó tributando así la sacerdote mártir. Después se puso frente al paredón y con entereza recibió las balas.

Siguió en la ejecución Humberto, en la fotografía que capturó ese momento, se ve claramente como presenta el pecho en señal de valentía y de entrega total. A un costado, su amado hermano Miguel Pro yace sin vida, y del otro lado, el Ing. Segura Vilchis.

Y por último el obrero Juan Tirado, quien muere envuelto en la cobija que le había dado el P. Pro.

Al terminarse las ejecuciones todos estaban emocionados. Cruz simulaba sangre fría, pero estaba pálido, los músculos del rostro le temblaban y sostenía con dificultad un puro entre los dedos.

Roberto no fue sacrificado: ¿Porqué? 

El Sr Emilio Labougle, ministro entonces de Argentina en México, quien conoció al Padre Pro en casa del Sr Roberto Núñez, intervino ante Calles para salvar a los Pro. Al parecer el 21 de nov Calles había dado su palabra de Honor de que serían desterrados, pero no fusilados. El 22 de nov circulaba el rumor por la Inspección de Policía.

Pero el 23 de nov, al ser fusilado el padre Pro, la noticia llega a oídos del Sr Emilio Labougle, quien se presenta ante Calles, alegando el incumplimiento de su promesa. Calles se justifica con conveniencias políticas, pero sabiendo que el Padre Pro había muerto, dice “veamos si queda alguno vivo”. Telefonea a la Inspección y el Gral Cruz le dice que el siguiente es Roberto. Calles ordena no hacerlo sino mandarlo al destierro.

Don Miguel supo de la muerte de sus hijos por un Extra de la prensa. Fue a la Inspección, donde le confirmaron la noticia, y de ahí al Hospital militar donde ya estaban Ana María y Edmundo.

Al encontrarse con Ana María, le preguntó por sus hijos muertos. Y al verlos, se acercó a los cuerpos y besó la frente del P. Pro y de Humberto.

Ana María se lazó a sus brazos sollozando pero Don Miguel la separó suavemente y le dijo: “No hay motivo para llorar”

Alrededor de las 3pm lograron conducirlos a ambos a la casa de Pánuco, en donde ya había muchos amigos y devotos del Padre.

Visitantes del Cuerpo diplomático, amigos, gente solida por la pérdida de los hermanos Pro, circuló ante los cadáveres hasta las 10pm.

La velación fue ahí mismo. Corrió la voz de que Roberto podría ir a ver a sus hermanos, por lo que el P. Rafael Soto  y el P. Alfredo Méndez le llevaban la comunión. Pero no le permitieron a Roberto salir.

Los Padres organizaron una Hora santa con adoración Nocturna. Fue de 11pm a 12am, había alrededor de 50 personas.

24 de noviembre de 1927

La noticia circula: Los hermanos Pro fueron ejecutados

Después de la Hora Santa con adoración nocturna se rezó el rosario hasta las 4am, hora en que el Padre Méndez ofreció misa, seguido por el P. Soto.

A las 6am cuando hubo que abrir la puerta por la aglomeración de la gente, los visitantes en su mayor parte eran obreros y sirvientas. La multitud aumentó en forma no imaginada a medida que avanzaba la mañana.

A las 3pm hora fijada para el sepelio, el gentío había bloqueado la casa y calles       vecinas, siendo tal la aglomeración de automóviles que el transito se suspendió en una vasta zona.

El Padre Méndez Medina salió al balcón y dijo: “Paso a los mártires de Cristo Rey”. La multitud se abrió para dar paso a los cadáveres. El anuncio de que iba a salir el féretro del Padre un repentino silencio y quietud sucedió a la confusión que todo lo invadía. Cuando apareció en el umbral de la puerta, un grito atronador y unánime salió de millares de pechos: ¡Viva Cristo Rey!, resonando los inesperados aplausos, y caía una lluvia de flores abundante.

Con mucho trabajo, por el ímpetu de la multitud que se lanzaba en verdaderas oleadas humanas a tocar el féretro, se pudo al fin organizar la marcha triunfal hacia el panteón Dolores.

No se usaron carrozas fúnebres, había muchísima gente deseosa de turnarse para llevar el ataúd del padre Pro y de Humberto en sus hombros. Al llegar al Paseo de la Reforma ya el cortejo tenía forma definida. Lo encabezaba una columna como de 300 automóviles, en seguida, los cuerpos y tras ellos la multitud que se extendía por varias calles. Detrás de la multitud otra formación interminable de carruajes.

En las aceras y ventanas, la gente se agolpaba, arrodillándose al paso de los mártires. Al llegar la cabeza a la parte alta que conduce al Panteón, se podía ver que el cortejo se prolongaba hasta perderse de vista. En el cementerio ya estaba reunida otra multitud, como de 20,000 personas. Se perdió el carácter de duelo, el pueblo cantaba el himno nacional, lanzaba Vivas a Cristo Rey, a los mártires, a la Virgen de Guadalupe, aplaudían, lloraban; otros reían y gritaban.

El cortejo se dirigió a la cripta que tenía la Compañía de Jesús y se hizo el acto de entierro del P. Pro y volvió a reinar el silencio imponente que sobrecogió a la multitud. Se tomaron muchas fotografías, pero la Policía recogió cuantos clichés pudo, en particular los que El Universal iba a publicar. 

Terminando el entierro empezaron de nuevo los vivas, gritos, mientras el P. Méndez Medina se dirigía a la fosa destinada para Humberto. Ahí también se hizo silencio mientras se bendecía el   sepulcro y se bajaba el cadáver. En seguida Don Miguel  tomó la pala y arrojó la primera tierra diciendo “Hemos terminado”.

La multitud emprender el camino de regreso hacia la ciudad. Los cánticos y vivas llenan el espacio, desde la venta de su Castillo, pudo ver el Presidente Calles desfilar a sus enemigos vencedores, que cantaban: ¡Viva Cristo Rey!

Canonización

¿QUÉ ES LA CANONIZACIÓN?

Canonizar significa ser Santo, y al que una persona es digna de culto universal. La canonización la realiza el Papa, asegurando que la persona está, con toda seguridad, en la presencia de Dios. 

En lenguaje coloquial se puede decir que a la persona se le “eleva a los altares”, amén de que se le asigna un día de fiesta para la veneración litúrgica por parte de la Iglesia entera, es decir, su culto se vuelve universal.

En el caso de nuestro querido Beato Miguel Agustín Pro, ocurre algo muy curioso: El pueblo católico lo considera un Santo, tanto que su veneración se ha extendido en diferentes partes del mundo, así como los testimonios de favores recibidos.

Podríamos decir, sin exagerar, que la canonización del Beato Miguel Agustín Pro, está a un paso de llevarse a cabo.

¿QUÉ HACE FALTA PARA QUE EL BEATO PADRE PRO SEA DECLARADO SANTO?

Los milagros son signos vivos de la presencia de Dios, por ello, la Santa Sede solicita 2 milagros para que alguien pueda ser declarado santo. 

En el caso de los mártires, como lo es el Padre Pro, hace falta un milagro, ya que la Iglesia considera que el último sacrificio, dar la vida en defensa de la fe, como un milagro en sí mismo. 

Es por eso que actualmente que hace falta un milagro atribuido a la intercesión del beato y ocurrido después de su beatificación.

Actualmente hay gran variedad de milagros de orden físico y moral atribuidos al Padre Pro, pero no todos son para someterlos a un proceso riguroso como lo pide la Iglesia para las causas de los santos, pero sin son verdaderos milagros, aunque muchos de ellos sin poderse comprobar científicamente por falta de pruebas. 

Para documentar un posible milagro se requiere:

  1. Testimonio escrito de la persona que se curó o está en proceso de curación.
  2. Testimonio escrito de los familiares más cercanos a las persona que se curó y que vivieron este proceso.
  3. Certificados médicos que comprueben las gracias o curaciones muy notables recibidas
  4. Expediente médico del paciente que se vio favorecido por intercesión de Miguel Agustín Pro
  5. Testimonio del sacerdote que estuvo al tanto de los hechos (si es que hubo alguno).

¿QUÉ HACE FALTA PARA QUE EL BEATO PADRE PRO SEA DECLARADO SANTO?

El P. José Luis Gonzalo Rosas Morales, sacerdote jesuita, es el actual vice postulador de la causa de canonización del Padre Pro.

Como vice postulador tiene a su cargo la promoción y difusión del Padre Pro, así como el estudio de los diferentes testimonios de favores que llegan a las oficinas de la causa.

Una  actividad fundamental para llevar al Padre Pro a más cristianos ha sido visitar parroquias, seminarios, escuelas religiosas y espacios culturales, donde a través de una conferencia, el P. José trasmite el gran y valioso testimonio de vida del Padre Pro; de igual manera se proyecta la película que ilustra y hace vívidos los momentos más importantes del legado que nuestro buen Beato.

Si deseas:

  • Ayudar en la promoción
  • Tiene algún testimonio sobre un favor
  • Le gustaría escuchar la conferencia 
  • Ver la película en su comunidad

Se tan amable de comunicarte a la Oficina de Vicepostulación de la Causa:

Parroquia de la Sagrada Familia

Calle Puebla #144, entre Orizaba y Jalapa

Colonia Roma, a 2 cuadras del metro insurgentes

CP 06700

México DF

Tel: 5511-9035 ext 21

E-mail: karla@padrepro.com.mx

Con Karla Aceves