Después de haber velado el cuerpo de Miguel y Humberto Pro durante la noche del 23 y madrugada del 24, se programó el sepelio para las 3pm.
El gentío había bloqueado la casa y calles vecinas, siendo tal la aglomeración de automóviles que el transito se suspendió en una vasta zona.
El Padre Méndez Medina salió al balcón y dijo: “Paso a los mártires de Cristo Rey”. La multitud se abrió para dar paso a los cadáveres. El anuncio de que iba a salir el féretro del Padre un repentino silencio y quietud sucedió a la confusión que todo lo invadía. Cuando apareció en el umbral de la puerta, un grito atronador y unánime salió de millares de pechos: ¡Viva Cristo Rey!, resonando los inesperados aplausos, y caía una lluvia de flores abundante.
No se usaron carrozas fúnebres, había muchísima gente deseosa de turnarse para llevar el ataúd del P. Pro y de Humberto en sus hombros. Al llegar al Paseo de la Reforma ya el cortejo tenía forma definida. Lo encabezaba una columna como de 300 automóviles, en seguida, los cuerpos y tras ellos la multitud que se extendía por varias calles. Detrás de la multitud otra formación interminable de carruajes.
Al pasar frente al castillo de Chapultepec, residencia del presidente Elias Calles, la gente colocó en el piso los féretros del P. Pro y de Humberto y cantaron a viva voz: “Que viva mi Cristo, que viva mi Rey”
El cortejo se dirigió a la cripta que tenía la Compañía de Jesús en el panteón Dolores y se hizo el acto de entierro del P. Pro y después el de Humberto. Ahí también se hizo silencio mientras se bendecía el sepulcro y se bajaba el cadáver. En seguida Don Miguel tomó la pala y arrojó la primera tierra diciendo “Hemos terminado”.