El entonces P. Provincial de México, el P. Crivelli visitó Sarriá, y lleva noticias de lo que ocurre en México, en concreto en Orizaba donde los comunistas llegaban al colmo, pues mediante señales con cohetes daban aviso de la presencia de un sacerdote, para después matarlo, y con valor comenta que a pesar de ello había decidido no cerrar la residencia y que necesitaba algún sacerdote joven decidido al martirio.
El Hno. Pro de inmediato se ofrece: ¡Padre, aquí estoy yo! A lo que el Provincial dijo: ¡Veremos si da la medida!
Así, con la certeza moral de que sus Superiores le enviarían a Francia o Bélgica para su preparación en el campo obrero, concibió el plan de acudir a Manresa para hacer sus ejercicios espirituales.
Al regreso de sus Ejercicios, recibe carta del P. Crivelli, indicándole que al final su curso, tendrá que partir a Bélgica para irse entrenando en su futuro apostolado.
Estando en Manresa, recuerda a su mamá y le envía un apostal: “Mi querida mamacita en esta postal verá la cueva donde San Ignacio escribió los Ejercicios…”