A mediados de 1922, y después de 2 años en Nicaragua, recibe la orden de partir al Colegio de San Ignacio en Sarriá, España.

El Hno. Pro se dedicó a los estudios teológicos y muy pronto llegó a ser uno de los más consultados de entre sus condiscípulos, en cuestiones prácticas de moral.

Pero su enfermedad del estómago recrudecía. Durante su segundo año pasó días en el lecho. Con todo, pidió ser ayudante del Hno. Procurador, quien atendía las necesidades de menesteres de los 92 teólogos ahí reunidos, tarea nada liviana.

Pro le preguntó a un compatriota mexicano en Barcelona: ¿le parece a Ud., hablando a fondo y fraternalmente, que podre yo servir para algo en la Compañía?” – El compañero le respondió- Pienso que para mucho, no olvide nunca a los obreros..”