Mayo – septiembre de 1927. El Padre Pro se multiplica con una ingeniosidad palpable: tandas de ejercicios, a veces delante mismo de Edificios de gobierno, otras en corralones destartalados, y luego retiros, conferencias, pláticas, extremaunciones, conversiones de pecadores y de personas de diversos credos religiosos.
Apoyado por su ingeniosidad, sigue disfrazándose según la ocasión. Si tenía plática con los choferes, se ponía gorra que le cubría hasta las cejas, si era una misa con el “alto coturno” un traje de gran catrín, con perrito “fifí” incluido.
También se hacía pasar por estudiante y a veces por enamorado para así distraer a quienes le pisaban los talones.
Una de las frases más conocidas del P. Pro: “De la nobleza de alto coturno, pasemos a la plebe guarache. Allí mando yo. Allí estoy a mis anchas. Y allí bendigo a Dios por haberme dado la sublime dignidad del sacerdocio.
¡Qué dicha interior al dejar en paz a una familia obrera desavenida! ¡Qué gozo al llevar la comunión a un niño de 94 años! ¡Qué alegría al confesar, debajo de un árbol, a un guapo jardinero italiano, o al enseñar el catecismo a un comunista, entre las virutas y serrín de su taller de carpintero.”