A punto de partir el agente Álvaro Basáil dice a la Sra Valdés: “¿Sabía ud que escondía en su casa a los dinamiteros?” Y ella respondió: “Lo que sé, es que ocultaba a un santo”
-“Esta señora es inocente, déjela usted tranquila y haga de nosotros lo que quiera”, dijo el Padre Pro, después le dijo a la Sra: “Me van a matar”. Le regalo a usted mis ornamentos sacerdotales.”
Basáil dijo: “Nada de eso. No tiene nada que temer ustedes en la inspección”. El Padre se acercó al armario, tomó un crucifijo, lo besó y lo guardó en su saco.
Al salir Basáil sugirió al Padre Pro llevar un abrigo, y él solo dijo que lo había regalado a uno “más amolado” que él. La Sra Valdés se apresuró a darle un sarape, el cual el Padre Pro daría, llegado el momento, a Juan Tirado, pues después de la golpiza, temblaba de frío.
Dada la señal de salida, el P. Pro bendice la Sra. y a sus criadas, y sale diciendo: ¡Viva Dios! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!