Don Miguel supo de la muerte de sus hijos por un Extra de la prensa. Fue a la Inspección, donde le confirmaron la noticia, y de ahí al Hospital militar donde ya estaban Ana María y Edmundo. Al encontrarse con Ana María, le preguntó por sus hijos muertos. Y al verlos, se acercó a los cuerpos y besó la frente del P. Pro y de Humberto. Ana María se lazó a sus brazos sollozando pero Don Miguel la separó suavemente y le dijo: “No hay motivo para llorar”. Alrededor de las 3pm lograron conducirlos a ambos a la casa de Pánuco, en donde ya había muchos amigos y devotos del Padre.