Llegado el momento de despedirse, deja California, vía El Paso, y llega a Nueva Orleans. Se embarca en Key West, haciendo escala en la Habana y Nueva York, camino a Cádiz. A finales de Julio llega a Granada, España y permanece 5 años dedicado a la filosofía y retórica.
Desde los primeros días empezó una cruz que le duraría toda su vida: la incomprensión de no pocos, respecto a sus chistes y bromas.
Se aplicó con todas sus energías al estudio que era lo único que Dios le pedía. Nunca sería hombre de ciencia, letras o de artes. Su mirada estaba fija en otro ideal muy superior: ser padre para los pobres, obreros y huérfanos.
Siempre optimista ante las adversidades, el Hno. Pro se animaba diciendo:
“Me gusta ponerme en toda clase de dificultades para ver como salgo de ellas. México necesita hombres que a todo le hallen salida”.