“El día 10 recibí el cable que me anunciaba que el 8 había muerto mi madre. Una carta recibida providencialmente 2 días antes, me había preparado, pues en ella se me decía que un cáncer en el estómago con ramificaciones por el hígado y el corazón, había quitado toda esperanza a los médicos”

La Sra. Pro sabía que su misión sobre la  tierra ya estaba acababa, y a la hora de la consagración de la misa se ofreció solemnemente por el P. Pro quien entonces empezaba su ministerio sacerdotal y muy consolada decía que nuestro Señor la había escuchado.

Ese mismo día el P. Pro tiene la tercera operación y permanece ahí hasta el 6 de marzo cuando al fin logra ponerse en pie y es enviado a Hyéres a una casa de convalecencia atendida por Religiosas Franciscanas. 

 Poco a poco se dedicó a varios ministerios, sencillos pero con la firme intensión de ayudar.

Finalmente el médico que lo atendía en Hyéres, confidencialmente comunicó al compañero del P. Pro la gravedad de su caso “Es caso desesperado. Ponga usted al tanto a sus Superiores”. Al paciente, nada se le dijo.

En una carta al P. Cavero, abre su corazón: …llore mucho Ud. Sabe P. Cavero, como se llora a una madre. Pero, en medio de mi pena, sentí un gozo inmenso, una consolación interior y una convicción profunda de que mi madre ya no estaba en mis oraciones, que ya gozaba de Dios, que ya era dichosa…